lunes, 20 de diciembre de 2010

Los terneros no tienen abuela.


Por lo visto en la evolución de las especies, las mujeres somos las únicas que hemos logrado desarrollar y mantener a la abuela como personaje vivo en medio de su programa. Me refiero con esto a que, como dice José Enrique Campillo en su libro: La cadera de Eva, los terneros no tienen abuela, ni las cabras, ni los lobos, ni los leones etc, etc.
Por lo general en todas las especies se nace, se crece y se reproduce para luego rápidamente, cuando no inmediatamente, envejecer y morir. Claro que hay vacas que logran llegar a viejas pero nunca reconocen a las crías de sus crías como parientes, como extensión del cuido y el efecto.
No es hasta que la mujer moderna logra traspasar el umbral de esa cuota de vida reproductora, que el paradigma  cambia y además de querer a su crías, empieza a querer a las crías de sus crías. De modo que la mujer avanza, gracias a la salud obtenida en la mayoría de las sociedades actuales, hasta ocupar buena parte de su vida, como abuela.
¿Porqué no sucede esto en otras especies y cuál es en realidad el mandato o canto interno que hace que las mujeres seamos madres, abuelas y hasta bisabuelas, en un único regalo de la naturaleza?
Para varios científicos la respuesta es muy simple: porque este alargamiento de la vida posibilita, posiblemente (dado que en las matemáticas de la biología nada sobra), la culminación del desarrollo del cerebro humano con toda su complejidad actual. Necesitábamos de todo ese tiempo y ni idea de cuánto más necesitaremos para seguir evolucionando el cerebro.
La mujer vive muchos años más allá de su cierre reproductivo, criando a los críos de sus críos, alargando su rol de cuidadora y de dadora de sentido y afecto. Aunque la mujer postergue el momento de tener hijos, la abuela, retomará el tiempo en otros aspectos de su vida, emergiendo como logro biosocial.
Toda la especie humana aprende con este logro de la evolución. Las mujeres somos muchos más que reproductoras de la especie. Somos vigilantes sociales del cuido a largo plazo ya que, podríamos decir que por lo visto, los peligros siguen acechando y el desarrollo de nuevas habilidades espera a las futuras, escasas (no más dos hijos) y longevas crías. Todavía queda mucho por saber de nosotras mismas.