sábado, 19 de diciembre de 2009

Hágase la luz en el 2010



Hágase la luz en el 2010

 

Yo la llamo, la reclamo,  la invoco, le doy espacio dentro de mi espíritu-corazón-razón, para todos en estas fechas de nacimientos.

Deseamos luz. Necesitamos luz. Luz de la conciencia y del alma. Luz de la razón. Luz para ver la realidad de las cosas, de las gentes, de las relaciones,  pretensiones, ilusiones y demandas humanas.

Mucha luz que otorgue la verdadera dimensión a los objetos en este mundo habitado por seres temporales.

Luz que ilumine a las personas en medio de la ilusión del comercio con todas sus bellezas salidas de las tinieblas y nos de su lugar, en medio de los bultos, bolsas, cajas y papeles.

Pareciera que soy parte de una cofradía maniquea, pero eso es lo que  deseo para todos, en estos tiempos tan poblados de sombras. Confusos tiempos, donde la fuerza de la verdad pareciera tener la misma cara que la fuerza de la mentira. En resumidas cuentas, la eterna batalla entre el bien y el mal, el caos y el orden, la fealdad del estropicio con la belleza original.

 

 Luz del mundo, bosque antiguo, sendero virgen, árbol sagrado, cima amada, gota de manantial,  acompáñanos a revelar las verdaderas formas de los negocios, de los sistemas, de las etiquetas, de las invitaciones, de las emociones, de las informaciones. Hazte presente y manifiéstate ante los que te quieran sentir. Desde dentro enciende el pabilo que anima los cuerpos para este año que inicia. Para que consuman menos, canten, bailen, siembren y reciclen su basura.

 

Luz del cosmos,  extraordinariamente genuina luz que me hace viva entre los vivos, alerta entre los durmientes, consciente entre los inconscientes, deseosa entre los conformes, no me dejes en la oscuridad de las motivaciones del gris, del neutro, del sin contorno, del difuminado, del descomprometido y galante pancismo.

 

En esta hora del escaso soporte hacia el futuro común, de la ausencia de contención social, donde aun manda en el planeta el grito del consorcio y ante este, todos obedecemos, ávidos de sus migajas, de su resoples de aguardiente  sobre el oro de marca,  no  te alejas de mi mente, de mi mano, de mi corazón. No me des tregua ni me dejes con el miedo de ser quien soy.

 

 Quédate aquí, comparte tu calidéz en mi mesa de arroz, frijoles, verduras, frutas y agua. En mis palabras cada vez más cortas, en mis acciones que no en mis reacciones, y  haznos brillar con los colores del gentil y amado cosmos que nos habita generoso, siempre a la espera de que sepamos verlo con el amor que nos da en su prisma y nos regala cada vez que separa las sombras de la clara confección universal.

 

Luminosa alegría y única manera de mantener las buenas noticias, las buenas nuevas en el planeta. Brilla en cada uno. Manifiéstate en todos cada día más, para que sepamos ver lo que no vemos, dejar lo que tenemos que dejar, amar lo que no amamos y gozar con lo verdaderamente importante. El día.  

Enciéndenos  la esperanza, para seguir caminando con la imaginación viva, construyendo para los hermanos, hijos, nietos, amigos, compañeros, vecinos, amantes, maestros, alumnos,  hilo tras hilo, red tras red, vida entre la vida, silencio entre el ruido y propósito en el despropósito.


martes, 15 de diciembre de 2009


Anticipo de “La ruta de las esferas”

de Dorelia Barahona Riera

capitulo 19

El mapa del alma

Solo sé que mis recuerdos vivían dentro de un hombre flaco y alto.

Que me llamé Nicolás, pero todos me decían Papasito, hasta mis

hermanos y primos. Ya hace mucho que dejé de usar mi cuerpo.

En realidad nunca entendí a mi cuerpo, siempre lo sentí demasiado frágil para

mis ganas, para mi devoción por los sentidos y la vida. Pero ese fue el que me

tocó y por algo sería.

Por algo también sé que tuve siete hijos vivos y que me tocó por pareja y

madre de esos hijos la comilona y habladora Mercedes. De todas, la mujer más

fuerte que conocí, entre las sanas y las de cuerpo enfermo que la vida me fue

poniendo en el camino para curarlas de sus enfermedades invisibles y para

amar, simulando por momentos la paz que nunca tuve conmigo. Así disfrazaba

así el miedo al aburrimiento y al cansancio que sentía por las noches, cuando

llegaba a la casa y desensillaba al caballo y dejaba atrás el mundo de los niños

ricos a quienes daba clases para que pudieran prepararse como futuros

políticos, abogados, médicos, agrimensores de un país en formación. Todo lo

que nunca llegué a ser. Por eso, más que al telégrafo, en los últimos años me

dediqué a las plantas; ellas me curaban de mis miedos, me daban sus dones,

su poder de cura para sentir que algo de especial hacía en el universo,

además de hacer que oía los interminables cuentos con que llenaba las

solitarias noches la pobre de Mercedes, sola con ella misma, conversándose

mientras mantenía las dos manos, estrujadas en medio del pecho, ante un

esposo rabioso, que se quejaba siempre de dolor de rodillas y de la

incomprensión del mundo hacía de su ingenio.

Ahora, en cambio no tengo ni rodillas ni boca ni estómago, pero sí todos mis

recuerdos, todas mis ganas y sobre todo mi devoción. Facultad extraña que

“S

unifica y apasiona la voluntad con el fin de obtener para otros la alegría.

Alegría que veía en los ojos de las mujeres que me amaron, sobre todo en los

ojos de la mujer que, a pesar de no ser mi esposa, fue la madre de una hija mía

que adoré al igual que al menor de mis varones, Buenaventura, el enfurruñado

chiquillo compañero de mis viajes, el que, para su desgracia, según me dijo

muchas veces con el pecho oprimido por la cólera, salió a mí en lo terco, medio

loco y en lo de darle con la mano a las mesas, y con cincel a las piedras,

como si fueran un tambor del cual saldría música en cualquier momento.

Ya hace tiempo que me he perdonado a mí mismo por lo que dejé de hacer o

hice y no debía hacer en la vida. Ahora, que no tengo bordes ni límites que me

detengan. Que pienso y viajo al mismo tiempo. Que deseo y al desear me

satisfago, siento y soy el sentimiento, busco y encuentro, amo y finalmente soy

amado, cuido y soy cuidado, me desbordo y soy el otro lado del borde. Las mil

formas y ninguna. Lo que mi devoción diga que sea, ese soy. Si dice hoja, seré

hoja, si dice, pájaro, seré pájaro, si dice espejo, seré espejo, si dice palabra,

seré palabra. Ojos dónde mirarse, corazón dónde sentirse, memoria dónde

recordarse, no pido nada, solo doy, en este eterno presente en el que nada se

pierde y en donde el camino es precisa y únicamente el paso que se da.

Soy la devoción que necesita quien la necesita, la fuerza, el cuido y la

reconciliación con lo que estuvo y ya no está. Soy el deseo de que así sea.

Nada he perdido, solo mi cuerpo, usado, viejo, y las limitaciones que da la

pobreza a un hombre afanoso.

Sé que Buenaventura, este picapedrero que quiero como parte de mí mismo y

que construye un rancho cerca de las esferas de piedra, está todavía en busca

de su propia ruta y es la razón por la cual ahora vuelo, floto, brinco, le doy

vueltas al mismo tiempo que me quedo quieto. Él tiene muchas preguntas y

muy pocas respuestas, pero yo trato de decirle, como todos nosotros siempre

lo hemos hecho, girando alrededor una y otra vez de nuestras mitades del

corazón, que tenga paciencia, que muchos ni siquiera lograron llegar al punto

de la Ruta de las Esferas en que él se encuentra, y que por esa razón muy

pronto tendrá, por lo menos, una respuesta”.

sábado, 5 de diciembre de 2009

LA DAMA MURASAKI la primera novela la escribió una mujer


LA DAMA MURASAKI

¿Sobre que tallo mora el rocío?

 

O la primera novela la escribió una mujer…

 

Murasaki Shikibu, dama de la corte del Japón medieval escribe su famosísima novela  El romance de Genji, o El Genji Monogatari, en los comienzos del año mil de nuestra era, cuando viuda, se recluye a los 30 años dedicándose a la escritura y a la meditación, 130 años después de que la poeta  Ono Komatchi, escribiera este verso:

“El color de la flor se pierde en la caída  de una larga lluvia; así se desvanece la belleza de la mujer mientras pasa por la vida en una larga contemplación de sí misma.”

(aquí sobran los comentarios sobre la agudeza del conocimiento personal y lo lentas que hemos sido las mujeres para entender un par de cosas sobre la auto contemplación y el psicoanálisis...)

 

Murasaki escribe sobre la complicada red de la comunicación humana, cuando en  Europa  los únicos brillos en estos temas los dan los musulmanes en Granada,  ya que los romanos están muy ocupados con sus agrimensores.

 

El romance de Genji, obra que originalmente consta de 4234 páginas, narra la vida y amores del príncipe Genji, en los primeros 44 capítulos y la vida de Uji, su hijo, en los restantes. Se narra la  historia de este príncipe, bello y educado, que busca desesperadamente  saber  sobre que tallo mora el rocío  sin conseguirlo. Este es el relato de Genji.

 

Una historia de un hombre escrita por una mujer. Donde se narran innumerables seducciones, manipulaciones, incluidos los disfraces nocturnos, a los que recurre Genji con tal de obtener lo que desea: un jirón de alma. Porque más que la obtención del placer sexual, más  que la marca en el rifle de cacería, o el amor vencido de la más reacia de sus presas, (de 15 a 57 años cualquiera), Genji es un hombre-niño que se pasa disipando las nubes de su propio espíritu, con un método bastante tradicional: amar y abandonar a varios corazones y cuerpos en el camino. ¡Qué otra cosa se le podía pedir a un príncipe medieval, acostumbrado como estaba a que cambiaran el curso de los arroyos y los arreglos de los jardines, conforme él paseaba por la vecindad, en busca, como siempre, del amor de su vida,  de la dama que le  zurciera el hueco de ozono espiritual, la diosa que le otorgara el absoluto del porsiempre pleno y perfecto en una bellísima foto de eterno presente enamorado. Y por eso la novela es larga, como largos y tortuosos son los caminos del donjuanismo,  de las obsesiones y de la incomunicación entre hombres y mujeres. Pero esto no es nada nuevo.

Lo que realmente impresiona es como Murasaki, la mujer, explora en el interior de su personaje masculino con gran cuido  y sobretodo creando un  extraordinario desenlace: la búsqueda de Genji a llegado a su fin desde el principio. Solo Murasaki, la niña intuye el camino. Un camino nunca antes caminado.

Año 1000, recordemos. En la corte de Kioto florecen los ciruelos antes que el azafrán, mientras el contorno de la luna camina por las terrazas y los templos donde viven recluidas las mujeres, las que no son sirvientas, porque nadie que lo fuera contaba en el palacio de Hitachi, a la espera de las misivas poéticas de sus amantes furtivos, (el matrimonio sigue siendo otra cosa) con el mismo ritmo y silencio que su propia auto contemplación les demande. Bienes y maldiciones del ocio. Antiguo maestro de quienes quieren aprender que la inacción es sobre todo comunicación, no parloteo.

Gracias Señora Murasaki por la lección y por la joya. Por hacernos recordar que desde hace 1002 años los hombres, de Nipango como si no lo hicieran, desde lejos mueven sus largas mangas y las mujeres, también desde lejos, como sino lo hicieran, sus abanicos, buscando sobre un camino ya agotado el jirón de alma.

El camino que propone Murasaki  en su novela es el de recorrer el mismo camino  de los niños que nacieron a la misma hora y día que los adultos, y que por algún error, después de los 11 años, nadie los volvió  a ver.

 


sábado, 21 de noviembre de 2009

El señor del bosque


 

En un principio dios y comida fue una misma cosa:  el bosque.

 

 

Desde cuando empezó  y porqué razones seguimos viendo a la naturaleza como la versión contraria a la cultura, como la zona fuera de la civilización que debemos transformar o cuidar es todavía un misterio.

El hecho es que no hemos logrado aun fusionar estos dos ámbitos en un solo concepto  cultura-natura o antiguo oikos.

El ejercicio  será imprescindible en el futuro: Tanta naturaleza hay en mí como la hay en un roble, como la hay en un auto, y en igual proporción en el lugar donde vivimos, sea en casas a las orillas de un río o en barrios urbanos. La naturaleza no puede dejarnos atrás porque nos porta. Puede enfermarnos porque se enferma y la enfermedad, siendo la misma, nos trata igual a nosotros. Como puede también enfermarnos el lugar donde vivimos, porque es parte de nuestra naturaleza cultural, cultivada y no salvaje (seguimos  cocinando en un fogón y bañándonos con agua) adecuación de la cueva original.

 

La historia que sigue y que Frazer relata en su impresionante libro:  La Rama Dorada, es la explicación más valiente que he encontrado hasta el momento a esta pregunta. Y digo valiente porque su cuna se remonta al mundo de la magia y no de la ciencia, por lo tanto puede ser descalificada por todos los amantes de lo demostrable en laboratorio. Dice así:

 

Apenas empezaban los seres humanos su época sedentaria disfrutando de los frutos que encontraban en los bosques de una protoeuropa profusamente arbórea, cuando ya se vieron en la necesidad de cuidar de los bosques ya que en ellos vivían los dioses que pródigos les daban el alimento. Así que dios y comida en un principio fue una misma cosa: el bosque. El bosque era el dios animado como el dios era dicho bosque. De allí a construir un santuario para cuidar y alabar al dios del bosque fue cuestión de días, como también escoger al guardián o rey del santuario del bosque.

Empezó el tiempo de los guardianes, señores o reyes  del bosque que es lo mismo que decir que empezó el tiempo de los reinados. En un principio no era cualquiera el que lograba ser el señor del bosque. Antes de la acumulación del capital simbólico o territorial, las cosas se hacían de otra manera: Se luchaba por seguir en el puesto hasta que alguien lograba derrocarlo y, aquí está lo interesante, conseguía así, ir en busca de la rama dorada. El que  lograba llegar hasta lo más profundo y alto del bosque y cortar la rama, que para muchos es el famoso Muérdago, un tipo de ficcus como el higuerón, cuya semilla es depositada en un árbol por un pájaro, ( quienes vieron Harry Potter se acordaran) ya que no crece en la tierra sino sobre otro árbol hasta que lo mata, será el nuevo rey del bosque. La rama dorada es el sinónimo entonces de lo que no se pudre en la tierra, de lo que vive en el aire que no es otra cosa que la inmortalidad, cualidad conferida solo a los dioses. Por lo tanto el nuevo rey-guardían del bosque es de nuevo portador de la inmortalidad. Solo él detentará el poder de lo incorruptible  hasta el futuro combate en el que salga vencido por otro buscador de este poder.

 

La historia es larga y complicada por sutil, y llega a nuestros días con reyes-guardianes de otros valores y santuarios dedicados a otros dioses, pero siempre la ofrenda es grande cuando se trata de conseguir el poder de la inmortalidad. El miedo  a la muerte sigue siendo un gran freno para quienes están acostumbrados a hacer su voluntad.

Es  muy posible que alrededor de los santuarios se hayan  creado las primeras ciudades con la madera de los bosques, pasando a ser el rey del bosque, el rey de la ciudad.

Los dioses también se trasladaron a las ciudades y se cuidaron en las iglesias, quedando los bosques solos llenos de espíritus paganos y brujas.

El bosque animado había muerto y esto significaba un gran progreso.  Tenían entonces que poner orden en esa arboleda oscura y caótica. Había que sembrar trigo y criar ganado en pequeños claros por donde entrara el aire y la luz dorada como recuerdo de aquel antiguo mito de la rama dorada.

Los seres humanos se habían separado finalmente de la naturaleza  por varios siglos. Volver al bosque a sentirnos en la casa como señores es un trabajo del presente

sábado, 14 de noviembre de 2009

La profesión de la profecía


 

La profesión de las profecías

 

Vivimos haciendo profecías. Grandes profecías, ideológicas, religiosas, (para los ortodoxos las únicas válidas son las de origen divino validadas por ellos mismos como divinas) cósmicas, políticas, económicas. Pequeñas profecías, derivadas de las primeras, familiares, amorosas, lúdicas, como respuestas a interrogantes: ¿será niño o niña?, ¿saldrá en la lotería el 54 o el 73?, ¿ ganaremos  o perderemos el partido dos a uno?, ¿ será dama o señor el futuro presidente del país? Existen también profecías que nos hacemos como afirmaciones:  El puesto va a ser mío. El premio va a ser mío. El contrato va a ser mío. Es un hecho que la beca es mía. El año entrante de fijo compro la casa. A como sea voy a tener el dinero para hacer el viaje. No me puede ir mejor en el examen. Esa mujer va a ser mía, ese hombre ya es mío, ese vestido, ese fin de semana, ese permiso… Grandes y pequeñas profecías todas  apelando a los deseos, al querer que lo profesado se haga ex profeso como una proyección del inconsciente. 

En la actualidad, bajo códigos más científicos, las encuestas nos siguen entregando predicciones, proyecciones, como resultado de un proceso racional de los datos, que, del otro lado de la balanza nos brindan los profetas con sus profecías desde los tiempos primordiales que registra la memoria. Todos, astrónomos y especialistas en cálculo exponencial, miden, calculan, incluido Notredamus, los datos que les proporciona la percepción del cielo con su dioses y la tierra con sus números, haciendo del sujeto y el cosmos un solo vehículo de conocimiento.

Todos proyectan sobre el futuro que no ha llegado, los resultados del presente, buscando que el lector quede atrapado en la maravilla de su profecía o predicción, para que así se convierta en uno más que profesa y la hace cumplir.  

Así sucede con los  profetas-políticos. Necesitan de fervorosos adeptos para distribuir sus manuales de vida, haciendo de las profecías cósmicas, profecías cotidianas, para quienes sean parte de ellas. Un ejemplo: las campañas publicitarias dirigidas a la autosugestión.  

La profecía, y considero que también la predicción, necesita de quienes la alimenten para existir, como es todo en el reino de los deseos. Por eso tenemos que tener cuidado con nuestra tendencia a las profecías autocumplidas que mencionaba Freud: - que seguro me roban a la vuelta de la esquina y tome. Que mi hija saldrá embarazada y… que ese asunto no va a funciona y tal cual… ¿Qué en el 2012 empieza un nuevo ciclo de mayor apertura espiritual?  Perfecto. Que se cumpla. ¿Que en el 2012 se acaba el  mundo y empieza otro?   Perfecto, yo soy del otro, todos somos del otro. Solo queda la duda para los que todo lo pueden y quieren. Para ellos como recomendación es mejor que se hagan su propia profecía ad messuram.

 ¿Que hace que suceda lo que tiene que suceder el querer que suceda? Puede. Mientras tanto mi profecía es tener y hacer bien mi profesión. Amén.


sábado, 7 de noviembre de 2009

Carmen Lyra ya no vive en San José


 

Carmen Lyra ya no vive en San José.

 

Con ella se han ido las nubes de la ingenuidad durmiendo sobre los cuentos infantiles.

Con ella se ha ido el despertar de una niña soñando con la luna de queso reflejada en el agua clarísima de un río que pasa aún para saciar la sed de sus habitantes.

La familia también se ha ido. Ya no esta, riendo del sueño de la niña, alrededor de una mesa de desayuno sin más ruido que sus propias voces, sin más aparatos que una cocina y como mucho una radio.

Carmen Lyra ya no educa a los niños en la capital de Costa Rica, como tampoco educa ya a nadie en esta ciudad donde las aulas se desocupan para dar paso a lo que siempre esta de paso.

Carmen Lyra ya no vive en San José, porque su espíritu, perseguido por la utilidad materialista, corre hasta el monte más alto, como los últimos indigenas en tiempos de la conquista. No vaya a ser que un tiroteo cruzado en alguna de las calles de la ciudad, le llene de huecos el alma, porque su cuerpo ya murió. Murió de tristeza, de soledad y persecución política. Murió su cuerpo pequeñito y frágil de mujer maestra. Su cabeza creativa, su fuerza de lider. Cayó ante el enemigo del sombrerón colonial.  Murió por el ostracismo y el miedo que su pensamiento moderno generó en una Costa Rica que no rescata como debería su memoria historica. Una Costa Rica que no le gusta que le cambien el paisaje, a quienes lo disfrutan.

 – Caramba -diría tío conejo - ya es el momento de que dejen de contar la historia como si fueran cuentos de colores verdes y blancos o azules y rojos.

Carmen Lyra ya no vive en San José, ya no levanta su escoba de Hipatia local para barrer la ignorancia y convencer a los jovenes de cambios.  Con ella se fue tio coyote porque los pillos reales eran demasiado malos para sus pequeñas diabluras de pueblo josefino. Con ella se fue la dignidad de creer en algo sin pensar en llenarse los bolsillos de dinero. Con ella se fue la luna de queso, la luna requesona con huecos. Jugoza luna que desperdicia un país.

sábado, 31 de octubre de 2009

Buscando a Afrodita. D.Barahona. 2008

 

 

Afrodita, Logos y la fragua.

Lo que le pasó a Hefesto con Afrodita nos puede dar alguna pista de lo que le pasa al amor en estos días.


Hefesto, el artesano divino, por más dios Vulcano domador de fuegos, por más potente fraguador de artilugios, por más genio moldeador de seres de arcilla, y en eso se parece a la historia que conocemos de Adán y Eva y de muchos otros mitos fundacionales, por más precursor de la ingeniería genética al crear, según los registros mitograficos lo indican, a los primeros autómatas, para que lo ayudaran en su taller, no fue capaz de conquistar el amor de Afrodita.

No pudo tenerla, disfrutarla y transformarse en ella por medio de su goce, de su alegría y de su paz.

Hefesto se casó con Afrodita, porque comprometió la palabra de Zeus, pero solo para enfermar de celos y ver cumplido su sino de cornudo. Hefesto era viejo y feo y Afrodita la bella prefirió abrir su corazón de carne a Adonis, que como ya sabemos ni siquiera los espejos aguantaban su hermosura.

Afrodita y aquí visualizamos a una joven hermosísima, es el amor-idea de lo bello y lo bueno según la vieja receta platónica. El amor es la unión de la belleza y la bondad encarnados en un cuerpo joven. Es la perfección de la emoción y la fusión de la moral, junto con los deseos e instintos.

Pero el amor no solo anima a los amantes, sino que también le da vida al cosmos mismo bajo esta idea de perfección. Afrodita despliega su energía amorosa al conformar los planteas y la tierra, armónicos en su forma como resultado de esta fusión.

El mito de Hefesto confirma, que el amor no tiene derecho a ser feo ni viejo, por más fraguador, trabajador e inventor que se sea. Sócrates lo cuenta muy bien en El Banquete cuando dice que el amor busca lo que no tiene, que en su caso era la belleza y la juventud.

Con esto Sócrates nos cambió la vida a todos los occidentales, al traducir a Afrodita a una mera apariencia producto de su mayéutica racional. Con la muerte de Sócrates, lejos de apagarse su pensamiento, se catapultó, y es desde entonces que el amor, la Afrodita arcana, no cuenta sus historias más que por la boca de otros. Hefesto es uno de ellos. Es la razón la que nos dice lo que se sufre cuando no se tiene el amor y lo que se goza cuando se tiene. Es el logos que nos dice que el amor  es solo para los jóvenes y bellos y no deja que Afrodita hable por sí misma, como si lo hace en la poesía, en el arte y en el misticismo.

Es, dejando a un lado a la razón, en la misma fragua donde trabajaba Hefesto con el fuego vivo, que el amor vuelve a sentirse, que Afrodita vuelve a hablar, a comunicar sus imágenes del corazón. Entonces podemos ver a Afrodita levantarse como una chispa del fuego más antiguo, cuando todavía no se había separado al corazón de la pasión, y ver su fulgor dentro de nosotros, hinchándonos el pecho, tensándonos los músculos, aclarándonos el pensamiento libre de condiciones para amar.

Si logramos sentirla así no hay fealdad ni vejez ni juventud ni forma alguna que el razonamiento nos indique como categoría para sentir el amor.  Propio, tuyo, y  de la humanidad

El amor nos da su bondad como su belleza en el verdadero origen de Afrodita: lo espiritual sentido. Sentir la bondad desde adentro es percibirla afuera. Sentir la bondad es sentir a Afrodita. Entonces adentro y afuera se vuelven uno solo para el amor más antiguo. Por eso no hay razones del logos que valgan para entender a Afrodita, solo emociones, solo intuiciones. Hefesto no pudo por más yunque y cincel y pulmones de acero. Hefesto  quería al amor como Sócrates, para poseer lo que no tenían. Y si no se tiene  en el corazón personal como un logro del espíritu, Afrodita no llega, no se hace presente, no se imagina ni se sueña. O llega a nosotros  engañada por los discursos del logos (enfermedad del cinismo) o por compromisos  de las religiones, (enfermedad del control) para irse apenas pueda a su lugar: donde lo bello y lo bueno( armonía del cosmos) le den su casa por propia.