lunes, 4 de julio de 2011

La fábula de la felicidad

La fábula de la felicidad


Decía Aristóteles que el elemento principal de la tragedia y alrededor del cual todos los demás están construidos, es la fábula. Fábula como ordenación de los actos y por lo tanto el objeto de la obra. Porque no es tan importante imitar las maneras de ser o los caracteres de los personajes, sino presentarlos directamente en sus acciones de las cuales se derivan la felicidad y la infelicidad.
No es difícil inferir por la vocación actual al espectáculo, que vivimos en tiempos en donde la fábula, o el accionar humano representado, nos lleva a la búsqueda de la felicidad como fin de una obra. El problema es que esta obra no está montada por nosotros y mucho menos controlamos el argumento. Más bien parece que nos sentamos a ver lo que acontece en la fábula, con la inconsciencia de un niño que espera siempre un final feliz cuando no ha puesto a los personajes a trabajar para que esto suceda. Así vemos cómo el tema de la felicidad es tratado como un factor de consumo más en la lista de usos del ethos circundante. ¿Pero, qué me dice de la felicidad mi fábula? ¿Que soy feliz si consumo helados, si camino, voy a la iglesia, o bailo los sábados? Puede ser o puede no ser que estos acontecimientos me den felicidad, pero volviendo a Aristóteles, el camino de la felicidad no es la fábula aunque ella imite con sus acciones el estado de ser feliz, porque fábula es fábula y no realidad.
Desde la antigüedad la felicidad es necesariamente un camino concorde con la bondad y como resultado de esta unión surge la armonía y la belleza.
Nada ha cambiado y tanto la felicidad como la alegría son manifestaciones de un estado interno de paz, que en la actualidad solo vemos representado por las fábulas que nos hacemos de nosotros mismos y de nuestro entorno, y que siempre quedan cortas y parciales, en cuanto a modas, usos, marcadores de consumo y mediciones sociales, en cuanto a la búsqueda de singularidad sin precio que es la vida significativa y feliz.
Entretenidos y enajenados. La fábula de la felicidad o la felicidad como fábula es lo que nos dan los medios, la socialización sin pensamiento. El espectáculo de la imitación que nos mantiene entretenidos y enajenados.
La felicidad, la alegría, esa viene por caída libre, por instante adecuado e intención de búsqueda. Búsqueda manipulada socialmente o educada concientemente según vivamos.

La felicidad es la búsqueda de la felicidad, es la fórmula que construyamos entre la realidad objetiva, la conciencia y posibilidad heredada, dice Eduardo Punset en su libro La Búsqueda de la Felicidad.

Y la alegría, la alegría nos viene como resultado de la empatía con este entorno. Es energía y ubicación en el oiko. Es instinto y deseo de desear. Extensión de la naturaleza en lo bueno de cultura.
Pero seguimos confundidos y creemos que la fábula, el espectáculo de las emociones dirigidas, es la realidad objetiva y seguimos hablando de la felicidad desde una de sus múltiples representaciones, olvidándonos de la nuestra, la única, anónima felicidad que deberíamos estar construyendo todos los días como una fórmula siempre novedosa de estar despiertos e inspirar a otros a que lo estén.