sábado, 21 de noviembre de 2009

El señor del bosque


 

En un principio dios y comida fue una misma cosa:  el bosque.

 

 

Desde cuando empezó  y porqué razones seguimos viendo a la naturaleza como la versión contraria a la cultura, como la zona fuera de la civilización que debemos transformar o cuidar es todavía un misterio.

El hecho es que no hemos logrado aun fusionar estos dos ámbitos en un solo concepto  cultura-natura o antiguo oikos.

El ejercicio  será imprescindible en el futuro: Tanta naturaleza hay en mí como la hay en un roble, como la hay en un auto, y en igual proporción en el lugar donde vivimos, sea en casas a las orillas de un río o en barrios urbanos. La naturaleza no puede dejarnos atrás porque nos porta. Puede enfermarnos porque se enferma y la enfermedad, siendo la misma, nos trata igual a nosotros. Como puede también enfermarnos el lugar donde vivimos, porque es parte de nuestra naturaleza cultural, cultivada y no salvaje (seguimos  cocinando en un fogón y bañándonos con agua) adecuación de la cueva original.

 

La historia que sigue y que Frazer relata en su impresionante libro:  La Rama Dorada, es la explicación más valiente que he encontrado hasta el momento a esta pregunta. Y digo valiente porque su cuna se remonta al mundo de la magia y no de la ciencia, por lo tanto puede ser descalificada por todos los amantes de lo demostrable en laboratorio. Dice así:

 

Apenas empezaban los seres humanos su época sedentaria disfrutando de los frutos que encontraban en los bosques de una protoeuropa profusamente arbórea, cuando ya se vieron en la necesidad de cuidar de los bosques ya que en ellos vivían los dioses que pródigos les daban el alimento. Así que dios y comida en un principio fue una misma cosa: el bosque. El bosque era el dios animado como el dios era dicho bosque. De allí a construir un santuario para cuidar y alabar al dios del bosque fue cuestión de días, como también escoger al guardián o rey del santuario del bosque.

Empezó el tiempo de los guardianes, señores o reyes  del bosque que es lo mismo que decir que empezó el tiempo de los reinados. En un principio no era cualquiera el que lograba ser el señor del bosque. Antes de la acumulación del capital simbólico o territorial, las cosas se hacían de otra manera: Se luchaba por seguir en el puesto hasta que alguien lograba derrocarlo y, aquí está lo interesante, conseguía así, ir en busca de la rama dorada. El que  lograba llegar hasta lo más profundo y alto del bosque y cortar la rama, que para muchos es el famoso Muérdago, un tipo de ficcus como el higuerón, cuya semilla es depositada en un árbol por un pájaro, ( quienes vieron Harry Potter se acordaran) ya que no crece en la tierra sino sobre otro árbol hasta que lo mata, será el nuevo rey del bosque. La rama dorada es el sinónimo entonces de lo que no se pudre en la tierra, de lo que vive en el aire que no es otra cosa que la inmortalidad, cualidad conferida solo a los dioses. Por lo tanto el nuevo rey-guardían del bosque es de nuevo portador de la inmortalidad. Solo él detentará el poder de lo incorruptible  hasta el futuro combate en el que salga vencido por otro buscador de este poder.

 

La historia es larga y complicada por sutil, y llega a nuestros días con reyes-guardianes de otros valores y santuarios dedicados a otros dioses, pero siempre la ofrenda es grande cuando se trata de conseguir el poder de la inmortalidad. El miedo  a la muerte sigue siendo un gran freno para quienes están acostumbrados a hacer su voluntad.

Es  muy posible que alrededor de los santuarios se hayan  creado las primeras ciudades con la madera de los bosques, pasando a ser el rey del bosque, el rey de la ciudad.

Los dioses también se trasladaron a las ciudades y se cuidaron en las iglesias, quedando los bosques solos llenos de espíritus paganos y brujas.

El bosque animado había muerto y esto significaba un gran progreso.  Tenían entonces que poner orden en esa arboleda oscura y caótica. Había que sembrar trigo y criar ganado en pequeños claros por donde entrara el aire y la luz dorada como recuerdo de aquel antiguo mito de la rama dorada.

Los seres humanos se habían separado finalmente de la naturaleza  por varios siglos. Volver al bosque a sentirnos en la casa como señores es un trabajo del presente

sábado, 14 de noviembre de 2009

La profesión de la profecía


 

La profesión de las profecías

 

Vivimos haciendo profecías. Grandes profecías, ideológicas, religiosas, (para los ortodoxos las únicas válidas son las de origen divino validadas por ellos mismos como divinas) cósmicas, políticas, económicas. Pequeñas profecías, derivadas de las primeras, familiares, amorosas, lúdicas, como respuestas a interrogantes: ¿será niño o niña?, ¿saldrá en la lotería el 54 o el 73?, ¿ ganaremos  o perderemos el partido dos a uno?, ¿ será dama o señor el futuro presidente del país? Existen también profecías que nos hacemos como afirmaciones:  El puesto va a ser mío. El premio va a ser mío. El contrato va a ser mío. Es un hecho que la beca es mía. El año entrante de fijo compro la casa. A como sea voy a tener el dinero para hacer el viaje. No me puede ir mejor en el examen. Esa mujer va a ser mía, ese hombre ya es mío, ese vestido, ese fin de semana, ese permiso… Grandes y pequeñas profecías todas  apelando a los deseos, al querer que lo profesado se haga ex profeso como una proyección del inconsciente. 

En la actualidad, bajo códigos más científicos, las encuestas nos siguen entregando predicciones, proyecciones, como resultado de un proceso racional de los datos, que, del otro lado de la balanza nos brindan los profetas con sus profecías desde los tiempos primordiales que registra la memoria. Todos, astrónomos y especialistas en cálculo exponencial, miden, calculan, incluido Notredamus, los datos que les proporciona la percepción del cielo con su dioses y la tierra con sus números, haciendo del sujeto y el cosmos un solo vehículo de conocimiento.

Todos proyectan sobre el futuro que no ha llegado, los resultados del presente, buscando que el lector quede atrapado en la maravilla de su profecía o predicción, para que así se convierta en uno más que profesa y la hace cumplir.  

Así sucede con los  profetas-políticos. Necesitan de fervorosos adeptos para distribuir sus manuales de vida, haciendo de las profecías cósmicas, profecías cotidianas, para quienes sean parte de ellas. Un ejemplo: las campañas publicitarias dirigidas a la autosugestión.  

La profecía, y considero que también la predicción, necesita de quienes la alimenten para existir, como es todo en el reino de los deseos. Por eso tenemos que tener cuidado con nuestra tendencia a las profecías autocumplidas que mencionaba Freud: - que seguro me roban a la vuelta de la esquina y tome. Que mi hija saldrá embarazada y… que ese asunto no va a funciona y tal cual… ¿Qué en el 2012 empieza un nuevo ciclo de mayor apertura espiritual?  Perfecto. Que se cumpla. ¿Que en el 2012 se acaba el  mundo y empieza otro?   Perfecto, yo soy del otro, todos somos del otro. Solo queda la duda para los que todo lo pueden y quieren. Para ellos como recomendación es mejor que se hagan su propia profecía ad messuram.

 ¿Que hace que suceda lo que tiene que suceder el querer que suceda? Puede. Mientras tanto mi profecía es tener y hacer bien mi profesión. Amén.


sábado, 7 de noviembre de 2009

Carmen Lyra ya no vive en San José


 

Carmen Lyra ya no vive en San José.

 

Con ella se han ido las nubes de la ingenuidad durmiendo sobre los cuentos infantiles.

Con ella se ha ido el despertar de una niña soñando con la luna de queso reflejada en el agua clarísima de un río que pasa aún para saciar la sed de sus habitantes.

La familia también se ha ido. Ya no esta, riendo del sueño de la niña, alrededor de una mesa de desayuno sin más ruido que sus propias voces, sin más aparatos que una cocina y como mucho una radio.

Carmen Lyra ya no educa a los niños en la capital de Costa Rica, como tampoco educa ya a nadie en esta ciudad donde las aulas se desocupan para dar paso a lo que siempre esta de paso.

Carmen Lyra ya no vive en San José, porque su espíritu, perseguido por la utilidad materialista, corre hasta el monte más alto, como los últimos indigenas en tiempos de la conquista. No vaya a ser que un tiroteo cruzado en alguna de las calles de la ciudad, le llene de huecos el alma, porque su cuerpo ya murió. Murió de tristeza, de soledad y persecución política. Murió su cuerpo pequeñito y frágil de mujer maestra. Su cabeza creativa, su fuerza de lider. Cayó ante el enemigo del sombrerón colonial.  Murió por el ostracismo y el miedo que su pensamiento moderno generó en una Costa Rica que no rescata como debería su memoria historica. Una Costa Rica que no le gusta que le cambien el paisaje, a quienes lo disfrutan.

 – Caramba -diría tío conejo - ya es el momento de que dejen de contar la historia como si fueran cuentos de colores verdes y blancos o azules y rojos.

Carmen Lyra ya no vive en San José, ya no levanta su escoba de Hipatia local para barrer la ignorancia y convencer a los jovenes de cambios.  Con ella se fue tio coyote porque los pillos reales eran demasiado malos para sus pequeñas diabluras de pueblo josefino. Con ella se fue la dignidad de creer en algo sin pensar en llenarse los bolsillos de dinero. Con ella se fue la luna de queso, la luna requesona con huecos. Jugoza luna que desperdicia un país.