sábado, 26 de enero de 2013

El cuento del elote feo, lo bello y la resistencia.


                                   

       El cuento del elote feo, lo bello y la resistencia.  

Hace unos meses sembré un pedacito de tierra con maíz criollo. El maíz creció contra ventisca y cambio climático si ningún problema hasta dar de tres a cuatro bellas, para mí, mazorcas por planta.
Mi producción culminó con dos canastos llenos de mazorcas brillantes, irregulares en tamaño y forma, de granos disparejos y con un sí y un no faltante en muchas de la líneas previstas para ellos en las mazorcas.  
Corrí a comérmelos y a compartirlos con alegría, ya que mi inversión no fue más allá de la semilla, el tiempo y el cuido del pedacito de tierra para que no se enmontara mucho. 

También quería que los niños y las niñas supieran lo que era sembrar y cultivar una planta tan rápida en crecer y de producción tan vistosa como la mazorca, para que, al comerse ellos el resultado, la lección fuera memorable en el sentido de que ellos, como cualquier otro ser humano estaban capacitados para cultivar sus propios alimentos sobre la generosa madre tierra. Hecho que muchos niños desconocen ya que al parecer los alimentos para ellos se dan por generación espontánea en un lugar que se llama el super.

Días después  pregunté que tal sabían los elotes que les regalé y una niña absolutamente cándida me contestó que no se los pudo comer porque al llegar a la casa vio que estaban feos, no como los amarillos bonitos que compraban en el super, así que fue el perrito el que terminó comiéndoselos.
Cuento esta historia porque es un ejemplo del grado creciente con que las nuevas generaciones ignoran, olvido sobre olvido de padres a hijos, la totalidad de la cadena alimentaria. Me refiero a la parte de la producción y el cultivo, ya que  solo se les informa en sus casas y en las escuelas de la parte del consumo: lo que hay que comer y para qué.  No lo que significa la creación un solo elote feo. Digo elote feo porque es mi símbolo de un regalo otorgado por la selección natural y que hemos olvidado a cambio de la perfección manipulada  muchas veces genéticamente. 

Así que ahora que llegan los transgénicos mucho ojo a quien confunde valor y precio. A quien no valora las marcas en la piel de las frutas y verduras. La asimetría en su forma como cicatrices de sobrevivencia no es imperfección, es la manifestación de un triunfo. Por eso la semilla es un valioso cofre guardado con sigilo en la memoria de los pueblos
Al igual que una piel humana curtida, con músculos y zonas más desarrolladas que otras, con cicatrices como resultado de su propia historia de vida, existen elotes feos. Deliciosos maíces que sacan de la hambruna y sobretodo, glorifican el trabajo y la historia de nuestros pueblos con su propia y extraordinaria resistencia. ¿No es eso belleza?