sábado, 20 de marzo de 2010

La casa encantada de la enseñanza pública.




La casa encantada de la enseñanza pública.

Nunca me consideré una persona brillante. Menos una nerd, como oigo que dicen por ahí los que no conocen muchas palabras castellanas. Pero sí determinada con mi vocación. Desde la escuela decidí que iba a ser escritora y hoy me veo, aparte de otros oficios, escribiendo con la misma voluntad y pasión de quien encontró el camino para expresarse y para dar. Felizmente las palabras son una ruta que no pasa de moda entre otras profesiones. Cambia el soporte pero todos necesitamos comunicar lo que la mente fabrica.
Y no fue precisamente en el colegio donde me enseñaron a focalizarme y apasionarme por mi carrera. Fue en mi casa donde aprendí cierto método para construir mi mundo. Un método que terminé de construir por mi cuenta en la universidad y la vida. Donde descubrí que igual validez poseía la ciencia como el arte, en la percepción y en la conformación ideológica del entorno para hacer novelas ¡Igual se trata de certezas no de verdades! Es decir, para construir proyectos y materializarlos con mi propia disciplina y esfuerzo.
¡Sí, también existe el emprendedurizmo artístico, no solo el tecnológico o el comercial y me atrevo a decir que es más antiguo!
La verdad es que el país no me ha dado mucho más en este sentido. Me ha dado casa, escenarios y afectos, pero escasa validación a mi trabajo. Cero comentarios. Cero inclusiones. Pienso que así pasa con muchas personas independientes focalizadas solo en sus oficios. Pero pasa aun peor con todos los jóvenes que no cuentan con el apoyo de una familia que los eduque en la vocación, paralelamente al precario proceso escolar que discurrimos, donde todo el talento se ve transformado en un sueño de juventud anterior a los embarazos y al trabajo.
Llevan las de perder todos los niños que no encontrarán cauce para su expresión, porque el dinero marca la diferencia. Así las cosas, ya deberían las universidades privadas ir haciendo escuelas primarias y los colcenter parbularios. Porque la enseñanza pública parece seguir siendo una casa encantada.

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