martes, 24 de junio de 2014

Isomorfismo del gol


                    
                                          



                                    Isomorfismo del gol

Y me preguntaba porque todo un planeta vive pegado a las pantallas viendo la copa del fútbol más allá de las culturas y las tradiciones de las diferentes regiones de esta  pelota llamada mundo. 
Nada de porque sí y el marketing. No señora, tiene que haber algo más en el subsuelo de las motivaciones humanas, que aporte una emoción de tal envergadura e irrepetible por otros deportes o prácticas, me dije. 
Una gran satisfacción en remanencia aparecía en el camino…así que me pregunté ¿cual sería la causa última para que mujeres y hombres, niños y grandotes siguieran con detalle las jugadas, las vidas, y la historia de sus equipos con la fidelidad que desearan muchos enamorados? En el hospital,  los muelles, el metro, la lancha, el salón de belleza, el aula, el campo, la torre, la celda, en fin en todas partes se desea el gol y se sigue con el corazón en la mano a la selección propia.  
 Procedí a poner en mi memoria la imagen mental de un partido y el recorrido de sus jugadores con la bola, hacia un lado y hacia el otro de la cancha, varias veces, hasta que di con el recuerdo del señor del método; Aristóteles y su idea de mimema. 
No crean, di varios rodeos, entre fagocitos, resonancias pitagóricas y sustratos geológicos, hasta encontrar una tentativa de respuesta, que como siempre fue la más simple, por lo menos para mi. El isomorfismo biológico apareció tan claro como el cielo de junio: allí estaban los jugadores corriendo, ya no como fagocitos detrás de una bacteria, sino como espermatozoides  tras la red-himen que marca la cancha y contiene a la bola ante el insondable hueco inicial con que fue conformado originalmente el fútbol. Un hueco en la tierra, un hueco en la pared, un hueco en  el borde, una red en los dos límites de una matriz origen del mundo, esperando una pelota hecha con vejiga de vaca en el Egipto de Ramses y  la Grecia de Pericles. Cocida y rellena de fibras vegetales en la China antigua y de menor tamaño al de hoy en día en que la bola se certifica, pegada, de piel sintética y de un máximo de 430 gramos de peso. Pero así estaba la escena tan parecida, tan similar a la fertilización de un óvulo, que no pude dejar de sonreír cuando en Internet confirmé el mencionado origen del fútbol como rito egipcio del mito de la fertilidad.
-…¡ Y viene el jugador y logra penetrar la red con la pelota sin resistencia alguna..! – dice la locutora del canal 11 y entonces ya se el porque de que los saltos, los cabezazos,  codazos, caídas y tiros, continúen  elevándose hasta la  nooesfera, como la mejor estrofa del cantar de los cantares, (adornado por los correspondientes controles de la historia de las civilizaciones, como el arbitro y el portero, en tanto los tres poderes y  demás dispositivos anticonceptivos).
El gooolll del embarazo es aplaudido una y otra vez en su destilado isomorfismo biológico y nos enorgullecemos y nos extasiamos en la magia de la humanidad más antigua: el golazo. Porque nos lo metieron o porque lo metimos. Mismo universo mismas leyes, diría  el maestro Aristóteles al pensar en la reproducción humana.  

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