martes, 15 de diciembre de 2009


Anticipo de “La ruta de las esferas”

de Dorelia Barahona Riera

capitulo 19

El mapa del alma

Solo sé que mis recuerdos vivían dentro de un hombre flaco y alto.

Que me llamé Nicolás, pero todos me decían Papasito, hasta mis

hermanos y primos. Ya hace mucho que dejé de usar mi cuerpo.

En realidad nunca entendí a mi cuerpo, siempre lo sentí demasiado frágil para

mis ganas, para mi devoción por los sentidos y la vida. Pero ese fue el que me

tocó y por algo sería.

Por algo también sé que tuve siete hijos vivos y que me tocó por pareja y

madre de esos hijos la comilona y habladora Mercedes. De todas, la mujer más

fuerte que conocí, entre las sanas y las de cuerpo enfermo que la vida me fue

poniendo en el camino para curarlas de sus enfermedades invisibles y para

amar, simulando por momentos la paz que nunca tuve conmigo. Así disfrazaba

así el miedo al aburrimiento y al cansancio que sentía por las noches, cuando

llegaba a la casa y desensillaba al caballo y dejaba atrás el mundo de los niños

ricos a quienes daba clases para que pudieran prepararse como futuros

políticos, abogados, médicos, agrimensores de un país en formación. Todo lo

que nunca llegué a ser. Por eso, más que al telégrafo, en los últimos años me

dediqué a las plantas; ellas me curaban de mis miedos, me daban sus dones,

su poder de cura para sentir que algo de especial hacía en el universo,

además de hacer que oía los interminables cuentos con que llenaba las

solitarias noches la pobre de Mercedes, sola con ella misma, conversándose

mientras mantenía las dos manos, estrujadas en medio del pecho, ante un

esposo rabioso, que se quejaba siempre de dolor de rodillas y de la

incomprensión del mundo hacía de su ingenio.

Ahora, en cambio no tengo ni rodillas ni boca ni estómago, pero sí todos mis

recuerdos, todas mis ganas y sobre todo mi devoción. Facultad extraña que

“S

unifica y apasiona la voluntad con el fin de obtener para otros la alegría.

Alegría que veía en los ojos de las mujeres que me amaron, sobre todo en los

ojos de la mujer que, a pesar de no ser mi esposa, fue la madre de una hija mía

que adoré al igual que al menor de mis varones, Buenaventura, el enfurruñado

chiquillo compañero de mis viajes, el que, para su desgracia, según me dijo

muchas veces con el pecho oprimido por la cólera, salió a mí en lo terco, medio

loco y en lo de darle con la mano a las mesas, y con cincel a las piedras,

como si fueran un tambor del cual saldría música en cualquier momento.

Ya hace tiempo que me he perdonado a mí mismo por lo que dejé de hacer o

hice y no debía hacer en la vida. Ahora, que no tengo bordes ni límites que me

detengan. Que pienso y viajo al mismo tiempo. Que deseo y al desear me

satisfago, siento y soy el sentimiento, busco y encuentro, amo y finalmente soy

amado, cuido y soy cuidado, me desbordo y soy el otro lado del borde. Las mil

formas y ninguna. Lo que mi devoción diga que sea, ese soy. Si dice hoja, seré

hoja, si dice, pájaro, seré pájaro, si dice espejo, seré espejo, si dice palabra,

seré palabra. Ojos dónde mirarse, corazón dónde sentirse, memoria dónde

recordarse, no pido nada, solo doy, en este eterno presente en el que nada se

pierde y en donde el camino es precisa y únicamente el paso que se da.

Soy la devoción que necesita quien la necesita, la fuerza, el cuido y la

reconciliación con lo que estuvo y ya no está. Soy el deseo de que así sea.

Nada he perdido, solo mi cuerpo, usado, viejo, y las limitaciones que da la

pobreza a un hombre afanoso.

Sé que Buenaventura, este picapedrero que quiero como parte de mí mismo y

que construye un rancho cerca de las esferas de piedra, está todavía en busca

de su propia ruta y es la razón por la cual ahora vuelo, floto, brinco, le doy

vueltas al mismo tiempo que me quedo quieto. Él tiene muchas preguntas y

muy pocas respuestas, pero yo trato de decirle, como todos nosotros siempre

lo hemos hecho, girando alrededor una y otra vez de nuestras mitades del

corazón, que tenga paciencia, que muchos ni siquiera lograron llegar al punto

de la Ruta de las Esferas en que él se encuentra, y que por esa razón muy

pronto tendrá, por lo menos, una respuesta”.

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