Anticipo de “La ruta de las esferas”
de Dorelia Barahona Riera
capitulo 19
El mapa del alma
Solo sé que mis recuerdos vivían dentro de un hombre flaco y alto.
Que me llamé Nicolás, pero todos me decían Papasito, hasta mis
hermanos y primos. Ya hace mucho que dejé de usar mi cuerpo.
En realidad nunca entendí a mi cuerpo, siempre lo sentí demasiado frágil para
mis ganas, para mi devoción por los sentidos y la vida. Pero ese fue el que me
tocó y por algo sería.
Por algo también sé que tuve siete hijos vivos y que me tocó por pareja y
madre de esos hijos la comilona y habladora Mercedes. De todas, la mujer más
fuerte que conocí, entre las sanas y las de cuerpo enfermo que la vida me fue
poniendo en el camino para curarlas de sus enfermedades invisibles y para
amar, simulando por momentos la paz que nunca tuve conmigo. Así disfrazaba
así el miedo al aburrimiento y al cansancio que sentía por las noches, cuando
llegaba a la casa y desensillaba al caballo y dejaba atrás el mundo de los niños
ricos a quienes daba clases para que pudieran prepararse como futuros
políticos, abogados, médicos, agrimensores de un país en formación. Todo lo
que nunca llegué a ser. Por eso, más que al telégrafo, en los últimos años me
dediqué a las plantas; ellas me curaban de mis miedos, me daban sus dones,
su poder de cura para sentir que algo de especial hacía en el universo,
además de hacer que oía los interminables cuentos con que llenaba las
solitarias noches la pobre de Mercedes, sola con ella misma, conversándose
mientras mantenía las dos manos, estrujadas en medio del pecho, ante un
esposo rabioso, que se quejaba siempre de dolor de rodillas y de la
incomprensión del mundo hacía de su ingenio.
Ahora, en cambio no tengo ni rodillas ni boca ni estómago, pero sí todos mis
recuerdos, todas mis ganas y sobre todo mi devoción. Facultad extraña que
“S
unifica y apasiona la voluntad con el fin de obtener para otros la alegría.
Alegría que veía en los ojos de las mujeres que me amaron, sobre todo en los
ojos de la mujer que, a pesar de no ser mi esposa, fue la madre de una hija mía
que adoré al igual que al menor de mis varones, Buenaventura, el enfurruñado
chiquillo compañero de mis viajes, el que, para su desgracia, según me dijo
muchas veces con el pecho oprimido por la cólera, salió a mí en lo terco, medio
loco y en lo de darle con la mano a las mesas, y con cincel a las piedras,
como si fueran un tambor del cual saldría música en cualquier momento.
Ya hace tiempo que me he perdonado a mí mismo por lo que dejé de hacer o
hice y no debía hacer en la vida. Ahora, que no tengo bordes ni límites que me
detengan. Que pienso y viajo al mismo tiempo. Que deseo y al desear me
satisfago, siento y soy el sentimiento, busco y encuentro, amo y finalmente soy
amado, cuido y soy cuidado, me desbordo y soy el otro lado del borde. Las mil
formas y ninguna. Lo que mi devoción diga que sea, ese soy. Si dice hoja, seré
hoja, si dice, pájaro, seré pájaro, si dice espejo, seré espejo, si dice palabra,
seré palabra. Ojos dónde mirarse, corazón dónde sentirse, memoria dónde
recordarse, no pido nada, solo doy, en este eterno presente en el que nada se
pierde y en donde el camino es precisa y únicamente el paso que se da.
Soy la devoción que necesita quien la necesita, la fuerza, el cuido y la
reconciliación con lo que estuvo y ya no está. Soy el deseo de que así sea.
Nada he perdido, solo mi cuerpo, usado, viejo, y las limitaciones que da la
pobreza a un hombre afanoso.
Sé que Buenaventura, este picapedrero que quiero como parte de mí mismo y
que construye un rancho cerca de las esferas de piedra, está todavía en busca
de su propia ruta y es la razón por la cual ahora vuelo, floto, brinco, le doy
vueltas al mismo tiempo que me quedo quieto. Él tiene muchas preguntas y
muy pocas respuestas, pero yo trato de decirle, como todos nosotros siempre
lo hemos hecho, girando alrededor una y otra vez de nuestras mitades del
corazón, que tenga paciencia, que muchos ni siquiera lograron llegar al punto
de la Ruta de las Esferas en que él se encuentra, y que por esa razón muy
pronto tendrá, por lo menos, una respuesta”.
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