sábado, 19 de diciembre de 2009

Hágase la luz en el 2010



Hágase la luz en el 2010

 

Yo la llamo, la reclamo,  la invoco, le doy espacio dentro de mi espíritu-corazón-razón, para todos en estas fechas de nacimientos.

Deseamos luz. Necesitamos luz. Luz de la conciencia y del alma. Luz de la razón. Luz para ver la realidad de las cosas, de las gentes, de las relaciones,  pretensiones, ilusiones y demandas humanas.

Mucha luz que otorgue la verdadera dimensión a los objetos en este mundo habitado por seres temporales.

Luz que ilumine a las personas en medio de la ilusión del comercio con todas sus bellezas salidas de las tinieblas y nos de su lugar, en medio de los bultos, bolsas, cajas y papeles.

Pareciera que soy parte de una cofradía maniquea, pero eso es lo que  deseo para todos, en estos tiempos tan poblados de sombras. Confusos tiempos, donde la fuerza de la verdad pareciera tener la misma cara que la fuerza de la mentira. En resumidas cuentas, la eterna batalla entre el bien y el mal, el caos y el orden, la fealdad del estropicio con la belleza original.

 

 Luz del mundo, bosque antiguo, sendero virgen, árbol sagrado, cima amada, gota de manantial,  acompáñanos a revelar las verdaderas formas de los negocios, de los sistemas, de las etiquetas, de las invitaciones, de las emociones, de las informaciones. Hazte presente y manifiéstate ante los que te quieran sentir. Desde dentro enciende el pabilo que anima los cuerpos para este año que inicia. Para que consuman menos, canten, bailen, siembren y reciclen su basura.

 

Luz del cosmos,  extraordinariamente genuina luz que me hace viva entre los vivos, alerta entre los durmientes, consciente entre los inconscientes, deseosa entre los conformes, no me dejes en la oscuridad de las motivaciones del gris, del neutro, del sin contorno, del difuminado, del descomprometido y galante pancismo.

 

En esta hora del escaso soporte hacia el futuro común, de la ausencia de contención social, donde aun manda en el planeta el grito del consorcio y ante este, todos obedecemos, ávidos de sus migajas, de su resoples de aguardiente  sobre el oro de marca,  no  te alejas de mi mente, de mi mano, de mi corazón. No me des tregua ni me dejes con el miedo de ser quien soy.

 

 Quédate aquí, comparte tu calidéz en mi mesa de arroz, frijoles, verduras, frutas y agua. En mis palabras cada vez más cortas, en mis acciones que no en mis reacciones, y  haznos brillar con los colores del gentil y amado cosmos que nos habita generoso, siempre a la espera de que sepamos verlo con el amor que nos da en su prisma y nos regala cada vez que separa las sombras de la clara confección universal.

 

Luminosa alegría y única manera de mantener las buenas noticias, las buenas nuevas en el planeta. Brilla en cada uno. Manifiéstate en todos cada día más, para que sepamos ver lo que no vemos, dejar lo que tenemos que dejar, amar lo que no amamos y gozar con lo verdaderamente importante. El día.  

Enciéndenos  la esperanza, para seguir caminando con la imaginación viva, construyendo para los hermanos, hijos, nietos, amigos, compañeros, vecinos, amantes, maestros, alumnos,  hilo tras hilo, red tras red, vida entre la vida, silencio entre el ruido y propósito en el despropósito.


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